viernes, 5 de junio de 2009

Por tanto peregrino.


La meta del peregrino es llegar, de su camino pueden correr ríos de tinta. De las rutas, de los símbolos, del sacrifico y el esfuerzo, de las despedidas, de los misterios, de los paisajes, de los descubrimientos.

Pero sólo al llegar se pueden entender los versos de Juan Ramón Jiménez:


Dios en conciencia, caes sobre el mundo,
como un beso completo de una cara entera,
en pleno contemplar de todos los deseos.
La luz del mediodía
no es sino tu absoluto resplandor;
y hasta los más oscuros escondrijos
la penetras contigo,
con alegría de alta posesión de vida..

El estar tuyo contra mí
es tu secuencia natural: y eres
espejo mío abierto en un inmenso abrazo
(el espejo que es uno más que uno),
que dejara tu imajen con tu imajen),
mi imajen con tu imajen,
en ascua de fundida plenitud.

Este es el hecho decisivo
de mi imajinación en movimiento
que yo consideraba un día sobre el mar,
sobre el mar de mi vida y de mi muerte,
el mar de mi esperada solución:
y este es el conseguido
miraje del camino más derecho
de mi ansia destinada.

por esta maravilla de destino,
entre la selva de mis primaveras,
atraviesa la eléctrica corriente
de la hermosura perseguida mía,
la que volvió, que vuelve y volverá:
la sucesión creciente de mi éstasis de gloria.
Esta es la gloria, gloria sólo igual que ésta,
la gloria tuya en mí, la gloria mía en ti

Dios; ésta es la suma en canto de los del paraíso intentado por tanto peregrino.

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