sábado, 3 de octubre de 2009

Bienvenida a la lluvia

Cuando pienso en mi tierra no puedo menos que recordar la lluvia. Aquella que meció mis sueños de niña cayendo sobre el tejado a borbotones, aquella que tejía encajes sobre los cristales de mi ventana, aquella que canturreaba mientras cogía el camino de la escuela. La lluvia fina que calaba hasta los huesos o la lluvia encabritada acompañada del rayo y la tormenta.

La lluvia que se quedaba colgando en gotas pequeñas sobre los árboles, la que empañaba los caminos confundidos de la niebla, la que caía sobre el mar, devolviéndole el agua al agua. La que formaba charcos bajo mis pies y reflejaba en ellos el arco iris. La que caía en torrentes desde las gárgolas de la catedral. La que bañaba el hórreo y deshacía la paja La que me obligaba a ponerme mis zuecos para bajar a la playa y divisar las barcas inundadas sobre la arena mojada.

La que se oía desde la cocina mientras preparábamos el caldo, la eterna de días inacabables cuajados de gris y precursores del verde, la dulce, la compañera.

Cuando la echo mucho de menos, entonces mi consuelo es la canción de Serrat..

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