viernes, 26 de marzo de 2010

Recital de Garcia Montero presentado por Elena Escribano.



En el día de ayer, Dª Elena Escribano, coordinadora del taller Polimnia 222, de la Universidad Politécnica de Valencia, presentó al poeta en un ambiente distendido, donde pudimos además de disfrutar de su poesía tener un agradable coloquio con él.


PRESENTACIÓN:



Buenas tardes,:antes de nada dar las gracias a Luis García Montero por compartir con nosotros una tarde de poesía y de amistad. Luis nos visita en la Politécnica por segunda vez, la primera fue en el 2004 cuando el Taller de Creación Poética iniciaba su andadura; ahora, seis años después, y con muchas horas gratísimas de lectura de sus poemas, y algunas semanas en los cursos de El Escorial, compartiendo mesa, poesía y mantel, además de un maestro lo consideramos un amigo; un amigo con el que compartir tardes de poesía y espacios cívicos de protesta y reivindicación, y un maestro, porque sigue atrayendo con sus poemas y novelas, con sus artículos en la prensa y con sus estudios críticos, a muchos jóvenes que buscan una poesía que sea un espacio público donde poder construirse y construir el mundo.

Dice Luis en su libro Vista cansada:

Maestros de verdad
son los que hacen posible que las aulas se llenen
de rosales helados, de ciudades
y hogueras minuciosas,
para que las preguntas
tengan sabor a espina, olor de tren
o de papel quemado.

Y esta tarde Luis ha vuelto a congregar en este Paraninfo muchas hogueras minuciosas dispuestas a hacerse y hacerle preguntas, porque Luis, con sus poemas, con sus novelas y artículos, no ofrece respuestas, lugares pactados donde confirmarse y sentirse seguro, sino preguntas constantes para ese lector que indaga, a través de la escritura poética, cuál es el camino para construir un mundo más justo, y para construirse también una intimidad más libre; así Luis es capaz de cantar, entre otras cosas, la felicidad en el amor gozosamente compartido, como hace en su libro "Completamente Viernes", para escándalo de románticos atormentados y decadentes vanguardismos elitistas.
Luis Gª Montero sabe que no hay nada tan provocador como la verdad y la sencillez; desde Jorge Manrique sabemos lo revolucionario que resulta unir verdades como puños, denuncias incómodas de aquellos que nos malgobiernan y reflexiones sobre las pequeñas cosas que sustentan la precariedad de la vida: el amor, el prestigio y la buena o mala suerte, que conforman el destino de lo humano.
Verdad y sencillez, no hay nada menos sencillo que construir una poética sobre estas premisas, y Luis Gª Montero lo consigue con el esfuerzo constante de una ética en permanente vigilancia y una estética inseparable de esa ética que sustenta su vida y su escritura.
Es difícil sacar sólo un ejemplo de lo que acabo de decir, de hecho, si aquí hubiera copiado sólo algunos de los poemas que considero fundamentales para mi memoria poética, habría puesto tantos, que el recital, en vez de hacerlo Luis, habría acabado haciéndolo yo, así que me he limitado solamente a los últimos versos del poema “La inmortalidad”:

Es otra mi razón. Que no me lea
quien no haya visto nunca conmoverse la tierra
en medio de un abrazo.

La copa de cristal
que pusiste al revés sobre la mesa,
guarda un tiempo de oro detenido.
Me basta con la vida para justificarme.
Y cuando me convoquen a declarar mis actos,
aunque sólo me escuche una silla vacía,
será firme mi voz.
No por lo que la muerte me prometa,
Sino por todo aquello que no podrá quitarme.

Aunque la poesía sea una voz bastante difícil de descubrir de dónde proviene, indudablemente la mano que la escribe es la de un poeta concreto, con un oficio y un dominio de la técnica y un diálogo permanente con la tradición, consciente de que un poema es artificio: arte y oficio. Un poeta es un ciudadano de este mundo, no un habitante de las galaxias de la ensoñación, y como ciudadano ofrece en su obra una postura ante su propia intimidad y ante el mundo que le ha tocado vivir. En este sentido el camino elegido por Luis García Montero ha sido el de la ética del compromiso y el de la estética de una elaboradísma sencillez. Lope de Vega decía que el poeta debía tener “Oscuro el borrador y el verso claro”, así esa sencillez es el resultado del trabajo incesante sobre los límites de la palabra escrita hasta conseguir que sea tan natural que pareciera que sólo así podía ser dicho ese verso, que no hay manera mejor de decirlo, que esa era su única formulación y esa su única música posible.
Verdad, sencillez, compromiso, reflexión, preguntas, cuidadosísima elaboración… ¿Veis como no se puede separar en su obra ética de estética? Pues tampoco se puede separar poesía de prosa, y me estoy refiriendo a su última novela “Mañana no será lo que Dios quiera”, sobre la infancia y primera juventud de su amigo, el poeta Ángel González. En esta novela, escrita desde la emoción, el cariño y el respeto profundísimo, están tan íntimamente unidas prosa y poesía, humor y desastre, reflexión y contemplación, que, aunque novela, pareciera poesía, y aunque poesía es finalmente una gran novela. Mirad si no lo que dice en la página 311:
“Las costumbres son animales domésticos que ayudan a vigilar la casa”,
o en la página 406 ya al final de la obra:
“La música es un estado de ánimo que surge de la tierra, como el verano, como la noche, como las estrellas. Por mucho que la realidad indique lo contrario, la noche, las estrellas y la música nacen de la tierra, huelen a tierra, se extienden después por el cielo y crean una atmósfera, una burbuja que envuelve al que escucha”
He disfrutado enormemente con los libros de poemas de Luis Gª Montero, especialmente con Habitaciones separadas, Completamente viernes, La intimidad de la serpiente y Vista cansada, pero en “Mañana no será lo que Dios quiera” ha sido capaz de condensar en 420 páginas, que se quedan muy cortas, lo mejor de su obra literaria. Esta novela es el resultado del amor, del amor por las palabras, por la búsqueda de sus infinitas sugerencias, y del amor por Ángel González y todo lo que representó su figura de compromiso ético, de resistencia, de humanidad, de ternura, de amistad y confianza, de su enorme magisterio. Todos los que hemos amado a Ángel González, su poesía y su generosidad estamos en deuda con la mano que guió el sentimiento, con el trabajo que hay detrás de cada palabra, con la emoción contenida lo justo para que nos llegue en toda su sencilla entrega. Todos estamos en deuda con Luis García Montero por esta novela que es un homenaje, y este tiernísimo homenaje que ha acabado siendo una magnífica novela.

Decir, para terminar, que Luis ha recibido casi todos los premios literarios de este país: El Adonais en 1982, el Loewe en 1993, el Premio Nacional de Poesía en 1994, el Premio Nacional de la Crítica en 2003 y la Medalla de Oro de Andalucía, es justo, porque es cierto y sirve para agradecerle públicamente su trabajo de escritor, pero, visto lo visto, el premio es nuestro: el poder leer su obra y el tenerle esta tarde aquí con todos nosotros.

Y ahora os dejo disfrutar con su poesía y todo lo que él quiera contarnos.
(Elena Escribano)
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En la fotografía, de izquierda a derecha: Elena Escribano, Luis García Montero y Laia Inclán.

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